La alegría de la huerta.

Hay ambientes extraños, de esos que sin saber por qué le llaman a uno la atención. Es una sensación de que falta algo; alguna cosa no encaja. Se trataba de un bar en Sobrado de los Monjes a donde acudimos mi esposa y yo a hacer una visita a su soberbio monasterio. Nos decidimos a comer en las proximidades, entramos y pedimos una mesa. Había bastante gente en el interior y al cabo de unos minutos sentí algo extraño: no había ruido, ni conversaciones, ni nada de nada. Cada parroquiano a los suyo… Pocas veces me extrañó tanto un ambiente. Como dijo mi mujer… «la alegría de la huerta».

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