La zona más evocadora de La Coruña es, para muchos, su ciudad vieja. Tanto sus callejas empedradas por gruesas losas de granito como sus casas blasonadas que nos hablan de otras épocas le infieren un sabor antiguo que no existe en el resto de la ciudad. Sus dos iglesias románicas, tres en realidad, si contamos con el pórtico de la iglesia de san Andrés (no la que ocupa la calle de ese nombre) hacen de la ciudad vieja un recorrido turístico obligado. Sus plazas de ensueño, como la plazuela de las Bárbaras o la plaza de Azcárraga, son refugios frente al trasiego de la ciudad moderna. Sus zonas ajardinadas también lo son y, como emblema, el antiguo polvorín que es hoy el jardín de san Carlos.
Algunos nombre de sus calles nos hablan de los gremios de la ciudad: Zapatería, Cortaduría, Tinajas… o, por ejemplo, de culturas religiosas: Sinagoga.
La ciudad vieja es para visitar con calma, fuera del trasiego de la feria medieval que se instala todos los años en ella. Si no está en tu ruta habitual, deberías perderte un día por su entorno.