Hace bastantes años anduve trasteando con el sistema operativo Linux, en una relación de amor-odio que acabó en una absoluta y total indiferencia. Años significan años, me refiero a las épocas trogloditas de la informática en las que proliferaban los procesadores i8088 e i80286. Las instalaciones crudas, la dificultad de instalación de periféricos, los programas de aspecto carpetovetónico, etc… me hicieron dejar de lado el Linux. Además se añadió otro factor: la aparición de las cámaras digitales y el procesamiento del RAW. Eran épocas gloriosas en las que el RAW se revelaba a golpe de comandos e interruptores dentro de una consola. Gimp, el sucedáneo de Photoshop arrancaba por esos tiempos, aparecieron entornos gráficos para procesar el RAW: DcRaw, UfRaW… pero no eran rivales del Adobe Camera RAW (ACR) del entorno Windows, al menos en comodidad y eso que llaman «flujo de trabajo amistoso y rápido».

El Raspberry Pi. Un nano ordenador que hace cualquier cosa y más… Tiene varios «dongles» puestos: WiFi, Bluetooth, teclado y ratón inalámbricos…
Pasó un largo, muy largo, tiempo en que no quise volver a saber nada de Linux, de sus distribuciones, y de su entorno pero, muy recientemente, adquirí un juguete informático portentoso: un Raspberry Pi 2, un nano-ordenador que funciona bajo distribuciones Linux. Al instalarle Raspbian (un derivado de Debian) y probar otras distribuciones Linux quedé sorprendido de cómo había avanzado el invento del Linux. Ya no era lo de antes y las cosas se instalaban bien y prácticamente en forma plug and play. Un salto tanto cuantitativo como cualitativo.
Visto lo visto me surgió la idea de montar un ordenador bajo una distribución de Linux y, ayer, un amigo me regaló un flamante PC con un procesador de doble núcleo. Ponderé el sistema a instalar y me decanté por Ubuntu ya que se basa en Debian, y algo conozco ya de ese sistema por el Raspbian de la Raspberry que cité antes.
Como un Windows, es la verdad. La instalación perfecta, sin problema ninguno y ni un solo comando.
Instalé Gimp, (el Photoshop linuxero) pero me quedaba una cosa importante… Gimp no accede directamente al tratamiento del RAW por lo que hay que hacerlo a través de un plugin (Gimp-DcRaw, por ejemplo) o a través de un programa externo tal que el propio DcRaw o el UFRaw. Como mi experiencia primigenia con esos dos programas era aborrecible investigué un poco por Internet y me encontré con dos soluciones prodigiosas: LightZone y RawTherapee.
LightZone es algo similar a Lightroom, con la misma filosofía. Trata bien el RAW y no es complicado de usar.
RawTherapee me encanta. Ya lo conocía de hace tiempo para Windows (aunque no lo usaba) pero desconocía su uso en Linux. Es la filosofía del Adobe Camera RAW que todos conocemos en Windows. Potente, cómodo y amigable es la solución -para mi- perfecta para usar con mi Ubuntu.
Ahora no hay mayor excusa para usar Linux en el tratamiento de las fotos. Todo ha avanzado varios pasos de gigante y la comodidad es la receta mágica que han llegado a alcanzar estos sistemas y programas. Me queda un asunto pendiente: la calibración del monitor… pero eso será otra historia. Por el momento, me llevo el PC con su Linux, Gimp y RawTherapee a mi estudio.



