Tengo un drone, un DJI Phantom 2 que voy volando menos que más acertadamente. Pese a que su vuelo es pausado carezco -espero que por el momento- de la habilidad necesaria para controlar sus dos mandos con cierta elegancia. Nunca he manejado videoconsolas por lo que mis dedos pulgares, de vez en cuando, se quedan agarrotados intentando comprender las órdenes aturulladas que les llegan desde mi perplejo cerebro.
Le he bautizado como Fénix, tanto en recuerdo del ave que resurge de sus cenizas como de la película que lleva el nombre del título de esta entrada. El drone ha llevado varios leñazos y siempre -pese a quedar en posturas poco decorosas- ha «resurgido» y ha seguido volando. Una vez lo atacó una gaviota y en el pánico, huyendo, lo estampizé. Su último impacto ha sido realmente grave: el viento en el faro del video que acompaña este «post» hizo que no lo controlase bien y lo impacté contra el duro granito de su muro; el choque hizo que tanto el cardán (que vale una pasta gansa) que sostiene la Gopro como la propia cámara (otra pasta gansa) pasasen a mejor vida.
No cejo en el empeño…
A continuación pongo el video (mi primer montaje de video hecho con un drone) que intenta ser un pequeño reportaje sobre el bonito faro de Punta Nariga que se localiza en Barizo (Malpica – Costa da Morte). Ahí murió la cámara, DEP.
En este otro video se puede ver el golpe tras el ataque de la gaviota. El pájaro aparece un instante en la esquina superior izquierda del video, se posicionó encima del drone e hizo varios amagos de atacarle. Picarle no le picó pero ya me encargué yo solo de darle un buen recuerdo…