Pasear por el centro histórico de Lugo es una delicia. Es una ciudad que conserva todo su antiguo sabor y que tiene una dimensión humana. Lugo no es grande ni pequeño, posee la proporción justa para vivir con calidad. Sus callejas, el empedrado, los edificios, el ambiente… los brillos del agua sobre las losas de granito los días que llueve y el reflejo de las luces. Cada vez que voy a Lugo descubro un nuevo recóndito rincón.
Lugo aún conserva un comercio a la antigua usanza. Ayer descubrí un ultramarinos con todo su sabor y olor añejo. Huele intensamente a bacalao… a hojas de bacalao. El dependiente enfundado en su bata azul, el trasiego de los clientes… Al estilo de la superviviente «Casa Cuenca», en La Coruña, en mi ciudad se han ido perdiendo este tipo de comercios. El último «Aniceto» que estaba en pleno Cantón Pequeño de la ciudad herculina. Lugo es más tradicional y seguro que sabrá conservar y mimar este tipo de comercios.