Enrique Garrote nació en Santander hace 79 años. Tras una intensa vida, de la que lleva su mapa grabado en el rostro, se estableció en O Burgo (La Coruña) hace 18 años. Surcó los siete mares que marcaron, como profundas arrugas en la piel, las apretadas isobaras de sus galernas. Atezado por el sol y el aire tiene su faz curtida, oscura, de las horas en las que con su pequeña maleta -su taller ambulante- pasa su tiempo sentado a la intemperie dedicado a su arte: hacer barquitos atrapados en el interior de botellas o bombillas. Carabelas y clippers que despliegan sus velas en los vientres del vídrio, o barquitos de pesca con sus lanzaderas hacia el mar.
Es asiduo del paseo marítimo de O Burgo, aunque también se desplaza andando hasta Santa Cristina o Santa Cruz para ofrecer su arte a los paseantes mientras trabaja. No le va mal ya que vende, y bastante, a precios asequibles.
Vivió en Canarias y fue fotógrafo «casi profesional». Tuvo su pequeño laboratorio el que que revelaba sus trabajos hechos con una Fuji 6×7, la bella cámara con empuñadura de madera. Llegó a hacer pinitos con el revelado en color ya que los precios de Canarias se lo permitían a su bolsillo. Fotografiaba principalmente rallis y, a las pocas horas, les ofrecía a sus potenciales clientes las pruebas hechas por contacto.
Un artesano y artista con el que puedes entablar una conversación mientras realiza su trabajo. Te agradecerá que le compres una de sus obras ya que, tal como pone en su maleta, «los artistas también comen».


