Discurría el año 1974 y en aquella época disfrutaba de mi segunda cámara réflex: una excelente Konica Autoreflex T3 que había adquirido por unas 22.000 pesetas de época -con extremo sufrimiento y dolor para el bolsillo- en la antigua «droguería Villar» de La Coruña. La droguería tenía una sección de fotografía, que estaba en manos de un fotógrafo apellidado Cid, y esa extraña simbiosis de colonias y maquillajes con cámaras fotográficas venía de la mano de que el propietario, Villar, era un apasionado de la fotografía. Pasé muchos años con esa cámara y con un único objetivo: el Hexanon 50mm/1.4 que era una maravilla óptica; no había dinero para otro. Posteriormente adquirí en Newcastle, por unas 20 libras, un Prinzflex 135mm que le bailaban los tornillos internos. En aquella época ya hacía travesuras que condujeron al principal tipo de fotografía que hago hoy. En puro analógico con película Valca, y de esa época, os presento una vaquita encerrada en una bombonera.
Bombonera
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