En Galicia, en los tiempos brumosos medievales, hubo una familia nobiliaria que destacó sobre el resto: los Andrade. En ella, el máximo exponente fue don Fernán Pérez de Andrade quién, además, fue el primero de la familia en alcanzar el título de conde. Apasionado de la caballería y de sus principios, aficionado a la literatura de la época y a la poesía, no cejó en engrandecer su -en principio- pequeño condado. Tuvo a la iglesia como su depósito bancario privado: le daba y le quitaba. Su símbolo, el jabalí, está presente en muchas construcciones de su época: castillos, puentes, iglesias y monasteríos. Se supone que de él surgió la frase (aunque atribuida a otro) de «no quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor» en la disputa magnicida que mantuvieron el rey Pedro I y su hermanastro Enrique de Trastamara.
Don Fernán reposa en un bello sarcófago, sostenido por dos jabalíes (jabalís, como diría algún parlamentario/a) y custodiado por dos fieles perros, en la iglesia de San Francisco, en la que fue capital de su condado: Betanzos.
Agunas mentes sensibles han querido ver en la figura de Fernán y de los Andrade una especie de reyes. Nada más más lejos de la realidad. El primer rey fue Ordoño en el siglo X, subordinado en autoridad a su hermano García (rey de León). Más tarde, en el siglo XI hubo otro rey subordinado por vasallaje al de León: García, hijo de Fernando I, que gobernó en dos períodos. Tras su encarcelamiento Galicia se dividió y una parte fue el embrión del reino de Portugal y la otra se integró nuevamente al reino de León. Tras eso, y por pasar por el reino de Castilla, Galicia quedó incorporada a lo que actualmente es España.




Como editas, chico,
Sentado y con calma Carlos 🙂 Un gran abrazo!!!