Desde que el sol comienza a calentar y secar el grano de la humedad de la noche, hasta que el sol se pone, son muchas las horas en las que un conductor de cosechadora pasa sentado recorriendo surcos. El trigo ha nacido y madurado en fincas que tienen muchas hectáreas de superficie. La monotonía, el calor y el trabajo físico agotan. Un momento de descanso relativo es mientras el grano recogido se vierte en los remolques que son llevados por grandes tractores. Cuando se acaba con una finca se pasa a la siguiente. Son dos meses de un trabajo árduo y días frenéticos de muy poco descanso.
En la foto, una cosechadora -con su omnipresente nube de polvo y briznas de paja- sigue recolectando más allá de la puesta de sol en Cascajares (La Bureba, norte de Burgos).