Paseando por las calles de la judería de Ribadavia encontré el Museo Etnológico y, pese a que era bastante temprano, estaba abierto al público. Entré y me llevé la sorpresa de que había dos exposiciones fotográficas: «A mirada dos espazos» y «Detrás da cámara – Imáxenes do outro«. También se exponían fondos documentales de muchos fotógrafos referidos a la etnografía histórica de Ribadavia y de Galicia. Estuve un buen rato contemplando las fotografías que se mostraban y que reflejaban el ambiente social de años pasados, tales como la posguerra y los años 50 y 60.

La exposición debía, según el folleto, haber acabado en agosto pero aún permanece activa.

Son fotos de una Galicia que nunca debió haber sido, pero muestran sin complejo y, en algunas en su crudeza, el ambiente social de su época. El ver las fotos expuestas me recordó un episodio que me ocurrió hace ahora justamente un año.

Fotografías de Pedro López Suárez de los años 60.

Se trataba de una visita a un organismo oficial de la Xunta de Galicia  en el que, hablando con un responsable de cultura, le comenté el contenido de la obra de un fotógrafo costumbrista de la época a la que he aludido antes. Le decía que su fondo documental merecía ser expuesto en ese sitio ya que es fotografía e historia de nuestro pueblo. La contestación me dejó helado… «No, no queremos dar la imagen de una Galicia atrasada». Pocas veces escuché, en una frase de dos segundos, tanta estupidez condensada. No se puede renegar de lo que hemos sido ya que lo que somos ahora se lo debemos a aquellas generaciones que trabajaron, sufrieron y padecieron tiempo atrás. Ese complejo presuntuoso y ridículo puede dar idea de en qué manos está nuestra cultura.

Una poderosa imagen de Víctor López Quijada que me impactó.

Menos mal que hay sitios donde muestran en sal de plata nuestra historia sin renegar de ella.