Calle principal del cementerio de San Amaro. Al fondo, el mar y el faro de Mera.

Ayer visité el cementerio coruñés de San Amaro en compañía de los fotógrafos María Porta y Fernando Gago. Ahí recorrimos sus callejas y nos perdimos entre los panteones y tumbas del lugar. María, mientras, tatareaba la canción de Mecano «No es serio este cementerio» al mismo tiempo que mirábamos las lápidas y sus inscripciones. Es un lugar sorprendente por la belleza que contiene en contraposición a lo que significa.

Vaya dicho de antemano que, para fotografiar en el lugar, hay que tener una autorización previa que se solicita en las oficinas del ayuntamiento.  Si no quieres tener problemas pídela. Visitarlo se puede hacer libremente.

Es un cementerio que tiene un alto valor histórico, tanto por los personajes ilustres ahí enterrados como por el arte funerario que contiene. Es bicentenario, ya que se inauguró en 1813, para exhumar los difuntos tras la prohibición de hacerlo en el entorno urbano (iglesias, por ejemplo). En la visita se pueden ver auténticas joyas del neoclasicismo, tallas en mármol, templos neorománicos o jónicos, o panteones modernistas.

Monumento dedicado a las víctimas del accidente aéreo de Montrove, en agosto 1973

Hay más de doscientos personajes enterrados en él, por lo que es un cementerio de los más imoportantes de Galicia. Literatos, artistas, militares, políticos, etc. yacen en un paraje bellísimo que que mira y se vierte hacia el mar. Ahí divisamos el faro (realmentte los dos faros) de Mera y el Seixo Branco, al otro lado de la bahía coruñesa. Un privilegio que ya quisiéramos los vivos.

El sencillo nicho del insigne poeta Curros Enríquez