Enrique Garrote nació en Santander hace 79 años. Tras una intensa vida, de la que lleva su mapa grabado en el rostro, se estableció en O Burgo (La Coruña) hace 18 años. Surcó los siete mares que marcaron, como profundas arrugas en la piel, las apretadas isobaras de sus galernas. Atezado por el sol y el aire tiene su faz curtida, oscura, de las horas en las que con su pequeña maleta -su taller ambulante- pasa su tiempo sentado a la intemperie dedicado a su arte: hacer barquitos atrapados en el interior de botellas o bombillas. Carabelas y clippers que despliegan sus velas en los vientres del vídrio, o barquitos de pesca con sus lanzaderas hacia el mar.
Archivo por días: 5 junio, 2016
Ramas.
Los que han escrito sobre las ramas de los árboles generalmente se han referido a ellas como «dedos descarnados que apuntan al cielo». Quizá lo sean, o puede que no. El caso es que esas ramas carentes de hojas, para mi, representan un grito, un sonido, de los árboles rogando que llegue una primavera. Es el plañir o el lamento del bosque susurrado por un viento que habla por esas ramas.